lunes, agosto 28, 2006

Fin de Semana






























jueves, agosto 24, 2006

Abrir una ventana para que sientan el aire en que se respiró el nacimiento de una idea, que hizo fuerza en el soplete; que soldó el deseo indivisible.
Visible e invisible...
Los colores y algunos humores que se perciben cuando ves el lugar donde la magia hace metal una idea.
El desorden al que hay que atreverse para crear un nuevo orden donde se luzcan el amor y la creatividad, la pasión y el alma… Más que nada esa desnudez, que no todo el mundo puede hilar y encadenarse para siempre, en cada renglón, en cada mirada de una vida que se va desplegando, en cada collar o anillo, en amor y en deseo de dar .
Uno que vértebra y que no siempre encuentra camino de salida pero busca y busca.
Ese mismo orden que encuentra paz en las miradas y que cree en la hermandad.
No hay separación; aunque algunas veces quisiera renegar de este sentir abierto: soy eso.
El metal me perdona. Me cree y saca de mi los secretos más guardados, yo le doy y me dejo también marcar por su paso por este amor que me salva de la muerte.
Tantos sueños vuelan alrededor mientras las manos tejen.
Un taller es como un caldo: caliente donde las cosas se juntan y se cocinan, se dan unas a las otras, se mezclan y se potencian, estando expuestas al deseo, al fuego fuerte de una vida que late detrás y va en cada soplo de aire.
Y cada vez más cerca de el propio corazón, latiendo en el centro de la vida, más que cualquier otra cosa el deseo y el amor.
También, cuando la tristeza cae, así como hace siempre, sin previo aviso… se desarma el alma… también ahí, en ese trance, el sostén es el sólo estar expuesta a la posibilidad estar, mantener unida a esta esencia, que vuelve a la memoria cuando sentada me miro en las manos mis lindos metales.
No necesita limpieza porque es en sí, como tantas cosas que en su ser y por constitución son limpias: como sin pecado por ser ofrenda.
Es un lugar mágico para mi, pasen, vean y ojalá sientan mi rezo para que escuchen lo que no se ve.